27.1.07

Radio 4 en Murcia


Desolado por no haber podido escribir esto antes, he de anunciar a todos los murcianos de bien que uno de los mejores grupos de los últimos años toca en nuestra ciudad esta noche. Radio 4 en el Auditorio a las 21:30. Precio doce euros. Les espero allí. Si le gustan The Clash, !!!, y música para bailar pero con mucha chicha, este es su concierto.

18.1.07

The Prestige: o como un engaño descubierto puede estropear una buena película


Christopher Nolan siempre juega con el espectador. Como Shamalayan trata siempre de terminar sus historias con un golpe de efecto, y a veces le sale bien. El problema es que, cuando te acostumbras, tienes cierta tendencia a considerar sus películas como un reto: averiguar qué es lo que te está ocultando antes de que se muestre explicitamente. Es un sano ejercicio intelectual si se ejerce con mesura y no te distrae de los demás tesoros que esconden sus películas, tesoros que no encontramos en tal medida en las películas del director de El sexto sentido. Pero el problema es que los trucos en The Prestige son relativamente fáciles de descubrir, y una vez que se ha llegado a la solución, la película pierde parcialmente el interés. Y digo parcialmente porque es difícil dejar de fascinarse con esta película. No existe el bien y el mal en un sentido absoluto: ambos son estados de conciencia que dependen del momento anímico, de la moderación y las pasiones, de la obsesión y la rivalidad. Aquí lo que cuenta no es llegar a ver cual de los dos protagonistas es mejor mago, sino de entender que la magia no es sino una excusa para escarbar con un afilado bisturí en la naturaleza humana. Y en ese sentido la película de Nolan es perfecta. Mantener una película con suspense y sin villano, o con dos villanos -según se mire-, o donde los papeles van cambiando constantemente según las circunstancias, requiere un buen hacer que ya quisieran para sí grandes directores venidos a menos. Sí, hablo de Scorsese. En los momentos finales la aparición de elementos fantásticos chirría demasiado, pero esos elementos son utilizados para generar la última pulsión dramática en uno de los protagonistas que le lleva a transformarse en una especide de Fausto hiperbólico. Cuando la vean, si la ven, lo comprenderán.
Jackman y Bale realizan los papeles de sus vidas, más aún cuando no esperábamos demasiado del primero y dudábamos de la capacidad para elegir papeles del segundo. Scarlett Johansson, por muy bella que sea cada vez es peor actriz. Su gran papel en Lost in translation no ha podido ser superado, y en cada nueva película es peor. Mención especial para Michael Caine, que siempre me pareció un tipo con mucho carisma y un pésimo actor, pero que cuando es bien dirigido resulta el mejor actor del mundo. Sucede así en esta película, con un personaje que hace de la prudencia virtud, así como sucedió en Hijos de los Hombres, en La Huella y poco más.
Si no han visto esta película vayan a verla. El Ilusionista sigue en pantalla, veremos si The prestige dura tanto. Ante dos películas de temática similar, una un bodrio y otra casi una maravilla, me temo que los espectadores se irán a lo fácil, al simulacro de cartón piedra en la que no aparece ningún ser humano digno de llamarse así.

16.1.07

Maria Antonieta. Coppola y el refugio ante la barbarie. Acompañada de una pequeña carta a los murcianos que van al cine

Me gustan mucho las dos películas anteriores de la Coppola: Vírgenes suicidas y Lost in translation. La señora que las ha hecho, en cambio, no me gusta nada. Es una niña de papá con amigos modernetes, rodeada del encanto del glamour, no el de Paris Hilton sino el otro, el de verdad, el pasado por el filtro cultureta gafapasta que va a discotecas molonas y ve el amanecer tras una noche de copas. Pues vale. A mí me gustan las canciones que a ella le gustan, me gusta Mary Jane y me gusta Scarlett (aunque cada vez menos) y a mi novia le hace gracia Adam Ant. También puede conmoverme el rollo de esta chica, pero cada vez más me recuerda a la protagonista del Common people de Pulp. Su tendencia elitista le lleva a presentar en sus películas ambientes ajenos al resto del mundo: sea en la habitación de una casa americana ultraconservadora, en un hotel en Japón o en Versalles, sus personajes siempre se protegen de un exterior que no comprenden: es la visión, en el fondo, del turista americano paleto, aunque disfrazado de poema de José María Álvarez en el que los bárbaros llamaban a la puerta mientras él leía a no sé quién, quizás a Ezra Pound y oía a Mozart o a Bach y bebía un güsqui muy muy caro, tratando de proteger la belleza de los energúmenos. Hasta ahora este argumento había funcionado conmigo. Tiene un algo de romántico que, cuando su expresión formal funciona, resulta fascinante. La amistad, el salir de copas con amigos y que el mundo se reduzca a tu amor por ellos y tu hostilidad ante el mundo, son cosas que he vivido y que ella ha mostrado como nadie. También la quietud del amanecer tras una de esas noches intensas en las que se te quiebra algo por dentro mientras cansado, apoyas tu cabeza en el hombro de alguien amado. Pero el problema es que en Maria Antonieta las razones para el aislamiento y el horror que espera fuera son completamente distintos a aquellos de sus otras películas: esta vez Maria Antonieta permanece en Versalles acogida por la banalidad, la moda, el juego, el champán y los cotilleos, y permanece fuera no ya una familia horrible como en Las Vírgenes suicidas, o la incomprensión de un mundo rápido y que exige respuestas, como en Lost in translation. Le espera la barbarie creada por un modo de entender la realidad del que ella forma parte y que desdeña con un gesto porque ella no es como la chusma dice que es. Finalmente, la masa enardecida no tiene rostro siquiera, es una marea de carne, sudor y suciedad en la que nuestra protagonista es incapaz de reconocer a alguien que ama y sufre como ella.
Pero el problema no es esto. Estaría muy bien si hubiese visto el menor atisbo de que la mirada de Coppola constituyese una denuncia. Generalmente me repugna el cine con moraleja, o sea que no sería eso lo que iba buscando; pero desde luego, mejor eso que pretender que simpaticemos con un personaje grotesco sólo porque lo que la rodeaba la había hecho así y también porque leía a Rosseau. Y pobrecita que su marido no se dejaba follar y ella tenía problemas con mamá Austria por ello.
Si esta película no fuese tan perversa sería costumbrista, aunque de un costumbrismo muy modernete. Eso sí, mola un montón verla, te lo pasas bien y tus sentidos se deleitan. Pero claro, es que yo no sabía que me había metido en el cine a ver un larguísimo videoclip con pretensiones aristocráticas.
Pequeña carta a Coppola: No te confundas, querida: la aristocracia intelectual o artística no nace del aislamiento frente a la barbarie y el dolor. Que tú ya hayas nacido artista porque papa era un gran director (durante poco tiempo) y fuiste a las mejores academias, a los mejores conciertos y a las mejores galerías de arte y con el tiempo desarrollaste una mirada tierna y hermosa que no miraba sino a los posters de tu cuarto no quiere decir que queramos ver más de dos veces lo bien que estás en tu torre de marfil.

Pequeña carta a los murcianos que van al cine: Por cierto, en Murcia cada vez es más repugnante ir al cine. La sala era una tertulia donde todos comentaban los excesos de la corte, los trajes llamativos y lo bonica que está la Mary Jane. Por favor, señores, si no pueden tener el mínimo respeto hacia los demás para callarse en una sala de cine, usen el emule, quedense en el salón de su casa comentando con la parienta y a mí dejenme en paz, que yo no puedo comprarme una sala de proyección para mi casa como la Coppola. Y si no les gusta la película larguense a quejarse a la calle.