27.2.07

Cartas desde Iwo Jima y una pequeña nota sobre los Oscars


La guerra casi siempre es una estupidez. E incluso cuando existe una razón suficiente para que el Estado ejerza la violencia sobre otros, los métodos, las estrategias y las decisiones críticas son en muchos casos arbitrarias, fruto de la mala coordinación, de la incompetencia o de la necesidad de mantener bien engrasada la maquinaria del orgullo patrio. Cartas desde Iwo Jima es eso y mucho más. A través de los ojos de un soldado japonés vemos, no ya las costumbres y formas de pensar de oriente, sino la estupidez humana individual y colectiva, al poder cometiendo errores que destruyen vidas y, sobre todo, cómo el odio siempre tiene uno de sus principales pilares en la ignorancia. No nos engañemos. Japón, en la segunda guerra mundial, era ya occidente; o al menos empezaba a serlo. En la película encontramos dos formas de luchar y morir: una que encarna el feudalismo, el respeto supersticioso a los poderosos que anula hasta la eficacia en la batalla, y otra que nos muestra el amor a la patria acompañado del uso racional de los recursos y que no desperdicia sangre por unos valores absurdos y caducos. No sé si esta película refleja demasiado bien lo que era Japón en esos días. Pero de lo que sí estoy seguro es de que constituye un revulsivo para todos aquellos que convierten la política en una máquina de degradación para alimentar sus propios intereses, para aquellos que creen que los engranajes del Gobierno han de dirigirnos continua e inexorablemente a una victoria sobre otros, independientemente de quiénes sean y lo que hayan hecho. Imposición y muerte contra razón y empatía. El deber no es incompatible con la comprensión del otro.
Y todo esto bien dirigido, con unos actores impecables, muy clásicos y unas escenas bélicas que considero realistas precisamente porque nos provocan desorientación: no sabes desde donde se dispara o a dónde quieren llegar nuestros protagonistas. La guerra, supongo, es así.
Por decir un par de cosas malas sobre la película: los flashbacks eran del todo innecesarios y rompían con la estética y el ritmo; en algunos casos parecían incluso rodados por otra persona. Y el mismo error que cometió en Mystic river: enseñarnos explícitamente lo que instantes antes nos había mostrado alegóricamente. En Mystic River lo hace cuando vuelve a aparecer el fatídico coche, pese a que la cara de Sean Penn, el lugar hacia el que está mirando y la forma en la que su cuerpo se mueve nos lo explican todo. En Cartas... se equivoca cuando los dos soldados protagonistas conversan y reflexionan sobre una escena anterior, explicándola, como si el espectador fuese idiota e incapaz de comprender el momento lírico fundamental del film.
Una buena película, muy superior en todos los sentidos a Infiltrados. Aunque no diré que mereciera ganar el Oscar, porque después de que Crash lo ganase el año pasado ya nada será igual. Muy buenas películas tendrían que ser premiadas durante años para lograr reparar tal infamia. Por no decir nada de la ausencia de nominaciones y premios para Hijos de los hombres. Patético. Como casi siempre.

20.2.07

XI Semana de Filosofía (y II)

Ayer fue una jornada intensa en la XI semana de Filosofía. No les aburriré con una crónica, pero si les diré que fue un éxito de asistencia y que las dos conferencias fueron sumamente interesantes.
Hoy tenemos a las 18,00 h. una mesa redonda sobre Violencia Escolar con miembros de sindicatos de profesores, un psicólogo, miembros del cuerpo de funcionarios, etc.
Y a las 20,00 h. una conferencia de Ana de Miguel, de la Universidad de A Coruña: El proceso de redefinición de la violencia contra las mujeres.
Ya saben, animense.
El programa completo lo encontrarán aquí.

19.2.07

Reflexiones sobre la violencia

Hoy comienza la XI Semana de Filosofía de la Región de Murcia, cuyo tema es la Violencia.
De lunes a viernes filósofos y expertos de otras disciplinas científicas como la psicología o las ciencias políticas hablarán acerca de xenofobia, violencia contra las mujeres, delincuencia, política, terrorismo, etc..
La cita para esta tarde es a las seis, e intervendrán:
José Sanmartín, director del Centro Reina Sofía para el Estudio de la Violencia, con la conferencia "La violencia y sus claves", y después Félix Duque con "La banalización de los monstruos". El título promete, y Duque nunca suele decepcionarme.

5.2.07

La FNAC y Murcia

Hace años que soy un comprador FNAC; cada vez que pasaba por Madrid o Barcelona no dejaba de visitar alguna de sus tiendas y llevarme alguna cosilla. Por eso, desde que está en Murcia mis bolsillos se han visto bastante perjudicados, pero mis estanterías están llenas de novedades interesantes. Sin embargo, pasa el tiempo y podemos observar que la tienda no recibe demasiadas visitas, y las colas y agobios de sus empleados me hacen pensar que ha habido algún que otro ajuste de plantilla. Yo me temía desde el comienzo de la aventura FNAC en nuestra ciudad que la cosa no iba a ir demasiado bien. ¿Qué está pasando? Desde mi humilde opinión, estamos ante un problema de información. Es cierto que la empresa puede tener un prestigio internacional, que es el hogar de cualquiera que tenga gustos más exquisitos que Bisbales y cosas semejantes, que sus empleados saben con qué mercancía trabajan, miman al cliente (cuando éste les deja) y no agobian como en otras tiendas que funcionan con comisiones. Pero también es cierto que Murcia es un desierto cultural: se consume poca cultura y de mala calidad. Pero eso no debería ser un problema en FNAC: no sólo vende cosas selectas, sino que también cuenta con las últimas novedades. El problema es que el que alimenta su espíritu con Chenoas y Alejandros varios en nuestra ciudad no ha oído jamás hablar de la FNAC. Ya me he encontrado, en distintas conversaciones, con gente que no tenía ni puñetera idea de lo que se vendía en esa tienda, otros cuantos que pensaban que vendía electrodomésticos y un par que era una librería. La empresa parece haberse dormido en los laureles del prestigio y ha olvidado machacar a los murcianos para que se enteren de lo que no se quieren enterar: que hay vida más allá de El Corte Inglés. Porque si no, diganme ustedes, que prefieren: ¿un dependiente que conoce el producto que te está vendiendo o una señora mayor con maquillaje de más que no tiene ni idea de lo que le estás pidiendo, y que se lanza sobre tí ávida de comisiones? ¿Unas ofertas muy interesantes o unos precios abusivos dificilmente superables? ¿Un ambiente cultural con proyección de películas visitas de artistas, conferencias, etc., o un lugar atestado de gente que va a comprar como un rebaño? Está claro que la FNAC, como toda empresa, tiene sus fallos -en este caso, claramente, su emplazamiento-, pero si, como parece evidente, no funciona demasiado bien, es porque aún hay muchos, muchísimos murcianos que no saben qué vende esa tienda y cómo lo vende.

1.2.07

Apocalypto


He de señalar de entrada que no soporto a Mel Gibson. Si no fuese por el cariño que le tengo a la saga Mad Max que me hizo tan feliz en mi preadolescencia, y a alguna cosilla más, no sería capaz de ver nada que tuviese que ver con él. Antisemita, borrachín, misántropo... lo peor. Mi asco alcanzó su cumbre con Cuando éramos soldados, un esperpento fascista en el que la metáfora visual alcanzaba su mayor grado de perfección: mientras el soldado que interpretaba masacraba asiáticos, su mujer le esperaba sumisa en casa barriendo el suelo.... uaajjjj.
Dudaba por tanto acerca de esta película. El tema me parecía interesante, lo que había visto en televisión y en internet hacía presagiar que no sería una porquería, y al final me decidí a gastar mis dinerillos en este extraño artefacto llamado Apocalypto. No sé si me gustó o no. Así de claro. El ritmo es trepidante, está bien dirigida, no aburre pese a que su argumento es demasiado simple, las interpretaciones son correctas y es muy divertida a ratos.
Pero de nuevo, la moraleja del cuento. Gibson es un tipo ultraconservador, y en esta película trata de enseñarnos a los ciegos que lo importante es la familia, y que todo lo que está fuera de ella y de la comunidad pequeña y aislada es una fuente de horrores, perversión y muerte. El paraíso está en lo pequeño, en lo íntimo. Y no se corta un pelo a la hora de demostrarlo, pegándole patadas descomunales a la historia y de paso tratando de convencernos de que ir a pie es mejor que moverse en barco. El ingenio del artesano está por encima de cualquier técnica compleja, y los artefactos cumplen siempre una función libidinosa. Todo lo que se mueve y no está vivo sirve para matar o hacer daño. Eso por no hablar de cómo la naturaleza es la aliada del protagonista amante del terruño, pero no sólo gracias a sus grandes conocimientos sobre la selva, sino desde una perspectiva cuasi sobrenatural en la que los hombres corren más que los jaguares y un paleto cazador de tapires sabe más de estrategia militar que una decena de soldados curtidos en mil batallas... todo para, con una convicción moral similar a la de Rajoy, darnos una lección sobre cómo, ante la disyuntiva, se ha de refugiar uno en el hábitat más pequeño posible, donde el aislamiento y la ignorancia ante lo que pasa en el mundo son las claves para una vida feliz.
Para colmo, el detalle final que busca sorprendernos es realmente patético, y consigue hacer reír en vez de estremecer al personal, que supongo era lo que se pretendía. Realmente Gibson consigue que su personaje acabe pareciéndonos odioso.
Pese a todo lo dicho he de reconocer que me lo pasé realmente bien con esta película, con momentos de gran belleza plástica.
NOTA: 5

El cine español

Ayer pasé unos minutos viendo el pseudodebate acerca de las subvenciones para el cine español en Enfoque, el programa de la dos. Fueron unos minutos porque no pude soportar más tiempo las imbecilidades de nuestra ministra Carmen Calvo, la pedantería de Trueba y el lenguaje burócrata del otro invitado que representaba a no se quién. Un Iván Reguera enfurruñado, el único que estaba dispuesto a llamar las cosas por su nombre, pero que ni estuvo acertado ni le dejaron estarlo.
La ministra lleva al extremo el estilo de hacer política postmoderno: en sus largas parrafadas no se encontraba un ápice de cordura, independientemente de la opinión que cada uno tenga sobre el tema. Blablabla blablabla blablabla y con la boca llena de cultura. En el poco tiempo que lo soporté dijo esa palabra al menos quince veces. Trueba iba de sobrado, de leyenda viva, cuando no ha hecho una sola película decente en su vida; nota especial se merece su intento de neutralizar a Iván Reguera atacándole personalmente, cosa que no consiguió ya que quedó claro que en su limbo artístico es incapaz de saber lo que es un blog y de distinguir un diario online de otro, y dejó bien claro que conoce bien los entresijos de la política repugnante de este país: cuando eres incapaz de rebatir un argumento, dedícate a atacar al que tienes delante. Supongo que poco faltaría para que acusase a Reguera de facha.
Lo más difícil es admitir que ninguno de los participantes estuvo a la altura, al menos el rato que lo estuve viendo. Las conclusiones que saco son las siguientes:
-El problema que le ven algunos a eso de las subvenciones es que sirven para promocionar películas que son una porquería. Pero entrar en el debate acerca de qué es cultura y qué no supone el establecimiento de un comisariado político-cultural que estropearía aún más las cosas. En esto de las subvenciones sería horroroso que alguien tuviese la potestad de elegir qué va a ser juzgado por la historia en lo que a cine se refiere y qué no.
-Puede que el cine español sea tan malo porque está subvencionado. No lo sé. En cualquier caso, creo que tendrían que pasar muchos años sin subvenciones para que este país pudiese generar un nuevo Almodóvar -que no me parece para nada genial pero sí aceptable- o un Medem (el de antes). El caso es que lo más complicado es aceptar que casi todo el cine que se hace en nuestro país está marcado por el compadreo, el amiguismo, el politiqueo y el mendigar por los despachos; no nos engañemos: el cine como obra de arte nunca va a ser rentable, pero películas como El truco final o Hijos de los hombres son rentables además de obras maestras y actualmente en nuestro país es imposible hacer cine así.
-El cine español es aburrido, ¿por qué? porque trata de darnos lo que no queremos en todos los aspectos. Las películas comerciales son penosas, el humor es grueso, cuando se intenta hacer una película serie se cae en la teatralidad, en el esperpento, en la falta de ritmo... ¿No estáis cansados de que cada vez que se promociona una película española sea "especial" por algo? Muy sangrienta, muy soez, muy marxista, muy... lo que sea. La pátina de excepción que se le pretende a nuestro cine no hace sino alejar a los espectadores de los cines y crear escuelas de pedantes y brutos. Que las pelis de Esteso eran una mierda, pero eran lo que eran, y estaba bien claro. Pero yo he oído hablar de Torrente como si fuese el no va más de lo políticamente incorrecto y una crítica social, cuando hasta el gracioso de la clase de primero de la ESO puede ser más soez y divertido... y de Alatriste como la cumbre del cine de aventuras, cuando ni tan siquiera posee una línea argumental coherente... Y todo esto por no hablar de las películas de arte y ensayo que son aburridas, políticamente infectas y donde no hay una sola frase que pudiese haber salido de un ser humano real.
La mejor solución: que crear productos culturales tenga ventajas de todo tipo en créditos, desgravación fiscal, etc. Así se ayudará a crear un producto, pero aquellos individuos que fracasen desaparecerán para siempre de las pantallas de este país, que hace tiempo queda en ridículo por dónde pasea su cine.
PD: Antes de que os echéis sobre mí como hienas ansiosas, he de decir que sí, que hay algunas películas españolas que me parecen muy interesantes, maravillosas, pero que son claras excepciones no ya porque sean buenas, sino porque viven en un mundo distinto, el del creador, el artista, no el del pedante endogámico que todavía cree que la gente no ve sus películas porque son demasiado buenas para la masa mientras, por ejemplo, Magnolia, una película difícil y que dura más de dos horas estuvo muchas, muchas semanas proyectándose en nuestro cines.