9.10.06

Dardo y nieve. Nacho Vegas y Will Oldham


Llegué a mis gustos actuales por una vía bastante indeseable. En mi preadolescencia convivían en mi discoteca Pet shop boys con Halloween, y más tarde me flipaban los Doors y los Héroes del Silencio (No me hagáis daño). No empezaron a gustarme los Smiths hasta que cumplí los diecinueve, y de allí hasta aquí. El empezar a oír música pop e independiente (o las dos cosas) me hizo aborrecer a las leyendas negras del rock como Jim Morrison, y despreciar a pedantes williamblakescos como Bunbury. Con el paso del tiempo esa manía se atemperó, empecé a disfrutar de nuevo de los Doors (qué grande LA woman) e incluso de vez en cuando oía canciones de los Héroes del Silencio en las que, si obviaba la letra, conseguía disfrutar bastante, y no sólo desde el recuerdo de días en los que era más guapo y me movía más rápido. Aún así, mi máxima a ese respecto era la precaución. Por ello me sorprendió que me gustase el primer disco de Nacho Vegas. De hecho no me gustó, me golpeó con oleadas de pavor, y empecé a pensar que podría volver a ese estado de atormentado existencial con exceso de hormonas. Canciones como "Al norte del norte", "El callejón" o "El ángel Simón" me dejaban encantado y postrado en una nube grumosa de la que cada vez tardaba más en levantarme, efecto similar al que me produjo años antes una pequeña obra de Palace songs, Hope. Pero en el caso de Palace, las letras eran letras de verdad, no composiciones con mensajes directos y comprensibles. Digamos que Hope era nieve y Nacho Vegas era un dardo envenenado. Cada vez que lo oía pensaba que no debía gustarme, que se movía peligrosamente en la frontera entre el cantautor español más rancio, la pedantería más absoluta y la genialidad de un poeta de esos que no son de verdad pero que cantan. Con todo esto, no dejaba de oírlo.
Cuando oí por primera vez "En la sed mortal" me dió más miedo todavía: canción excesivamente larga, cada vez más cerca de tonterías Bunburianas y literatura alucinógenas mal asimilada. Me encantó. Así que cuando apareció el disco, "Cajas de música difíciles de parar" me hice con él inmediatamente, y ahí se acabó para siempre mi romance con ese hermano Vegas, romance que comenzó con Diariu. Sus letras eran aburridas, repetitivas, tópicas... por no hablar de sus historias en modo trovador. Realmente insoportables. Creo que sólo conseguí oir el disco entero un par de veces (es larguísisimo), y sólo me gustaron "noches árticas", "Tu nuevo humidificador" (creo que esta porque se parecía a Los Planetas más asequibles) la mencionada "En la Sed Mortal" y, quizás, "Gan-bang". Lo he intentado con todo lo que ha venido después y cada vez me parecía peor. Del último disco apenas escuché un par de temas realmente horribles.
Cuando me enteré de sus negocios con Bunbury no me extrañaron en absoluto, ya que venían a confirmar lo que ya pensaba: este tipo había dejado Manta Ray y Diariu para acabar haciendo un disco con el esperpento del pseudoindie español. Hoy, oyendo "Dias extraños", fruto de esa colaboración, me parto de risa ante una letra vacía y tópica como la que más, una melodía ligeramente agradable y una duración difícil de soportar. Extravagancia sin salvación para este tipo. Una de mis grandes decepciones. Mientras él ha seguido digievolucionando, yo me he quedado en aquel callejón, fumando un Lucky a medias con el Nacho de Vegas de antes, pensando en otro mundo posible en el que este personaje perdido hubiese seguido haciendo de las suyas durante muchos años.

3 comentarios:

Rfa. dijo...

Totalmente de acuerdo, querido Miguel. Yo tampoco pienso que Nacho Vegas haya superado el primer disco, y por eso vuelvo a él cada vez que me apetece. A mí también me encantan AL NORTE DEL NORTE o EL ÁNGEL SIMÓN. Si tuviera que poner una pega, se la pondría a EL CAMINO, lastrada por su carga metafórica. En cualquier caso, lo más lamentable de Vegas es que haya tratado de repetir el efecto de EL ÁNGEL SIMÓN cada vez que publica. Ya sabes: canción larga, con letra densa, tintes de pesimismo literario y, sobre todo, una honestidad casi pornográfica. Uf, cuanto más se repite la fórmula, menos me las creo.
Respecto a Will Oldham, mi único acercamiento a su obra ha sido tangencial. El AMERCIAN III de Johnny Cash tiene una versión de I SEE A DARKNESS que me pone los pelos como escarpias. Alguien que ha escrito algo así debe de ser muy grande, y yo acabaré dedicándole un rato (cuando dedique algún rato a la música).

mikto kuai dijo...

Hablando sobre Nacho Vegas, ya que de Oldham no conozco nada pese a que me gustaría, difiero en cuanto a Cajas de música dificiles de parar, a mi me encanta, fue un disco que me tuvo mucho tiempo atrapado. Pero sí que coincido en que Actos inexplicables, en el apartado de álbumes, no ha sido superado hasta la fecha.

Lo que si me gustaría apuntar son los singles que lleva publicados, algunos de ellos maravillosos, Miedo al zumbido de los mosquitos se me antoja inmenso, al igual que ese Seis canciones desde el norte sacado a medias con la genial Aroah, El hombre que conoció a Michi Panero ya no es tan completo, al igual que Canciones desde palacio, no conozco el Esto no es una salida, y no se si se me escapa alguno.

De todas formas desde hace tiempo ya no espero con entusiasmo sus próximos trabajos, este autor prácticamente ha dejado de ocupar mi tiempo musical, de hecho, el disco sacado junto a Bunbury no me interesa y el Desaparezca aquí lo escuché tres o cuatro veces y mi cuerpo y mente no me pidieron ninguna más.

Anónimo dijo...

Recuerdo cuando escuché el primer disco de Vegas. Las críticas que había leído me habían creado ciertas expectativas, incluso puedo decir que tenía la necesidad de que me gustara el disco (¡por fin un cantautor en español que no era un coñazo!). Entonces vino la decepción: no es que el disco estuviera mal, pero había algo que me resultaba postizo. Me pareció que, si lo de Nacho no era pura pose (ojo, la pose puede estar bien, siempre que vaya acompañada de una cierta dosis de ironía), al menos estaba claro que esas canciones no me hablaban a mí.

No he vuelto a darle otra oportunidad desde entonces, quizá injustamente; quien sabe, a lo mejor ahora cambiaría mi opinión si volviera a escucharlo. Eso sí, acabo de escuchar la canción que enlazas, del disco con Bunbury, y suscribo tu opinión: es agradable, facilona, increíblemente poco nutritiva, demasiado larga.

Lo de Oldham es otra historia. "I see a darkness" es enorme: ahí sí percibo una sinceridad brutal, sí puedo sentir esa sensación de comunicación íntima con el autor, que quizá sea la finalidad última del arte. Creo que ese es el motivo por el que a mi también se me ponen los pelos como escarpias: parece como si Will oldham me estuviera hablando directamente a mí. Eso es precisamente lo que no encuentro en Vegas. Pero bueno: al final esto es, como todo, cuestión de gustos y de afinidades.