21.12.10

Y qué si la ley Sinde funcionase


Hace unas semanas compramos en DVD la mejor serie de la historia de la televisión. Se llama The Wire, por si algunos aún no se han enterado. Costó un dinerillo, y además ya había comprado por separado la primera temporada, con el plan de ir poco a poco consiguiéndolas así; pensaba que nunca en la vida un producto "minoritario" como ese se fuese a ofrecer de esa manera. Pero me equivocada.
Ahora, con la Ley Sinde y la sucia maniobra del Gobierno de aprobarla en un cuartucho del Congreso, podemos encontrarnos con el cierre de páginas webs sin intervención judicial. Cualquiera con unos mínimos conocimientos sabe que no va a servir de nada. Puede hacer más difícil encontrar el material, pero unos minutos con google y unos sabios consejos harán que para lo único que le sirva al gobierno esta medida sea para ser aún más impopular de lo que ya es.
Pero imaginemos por un momento que realmente la ley Sinde consiguiese su propósito, y que nos fuese imposible conseguir ver lo que queremos cuando queremos y de la forma que queremos. ¿Me hubiese comprado The Wire? Por supuesto que no. Una inversión así sólo se hace cuando tienes una completa certeza de que amas una serie, de que es de lo mejor que has visto, de que es algo que quieres que otros vean, o que piensas rememorar en el futuro. ¿Me gastaría esa pasta en un pack de Lost, o uno de House? Por supuesto que no. ¿Vería esas series en la televisión en abierto? Puede, pero eso implicaría estar a corriente de cambios de horario, cancelaciones silenciosas, maratones inhumanos...
¿Pagaría dinero por tener televisión de pago? Por supuesto que no. Pagar una cantidad al mes para disfrutar aproximadamente de un 1% de su contenido me parece ridículo. Además de que en la mayoría de ofertas existentes no encontraría lo que yo busco.
¿Qué haría entonces? Sentarme a leer un libro, ir al cine a ver exactamente las mismas películas que iba a ver antes de la Ley Sinde, comprarme la misma cantidad de música que me compraba antes de la Ley Sinde y esperar a que distribuidoras, productoras y demás gente de bien se espabilen y me ofrezcan sus productos a un precio justo, sin limitaciones absurdas y con un proceso de compra sencillo.

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