23.8.11

Super 8. Abrams vuelve a fallar

No negaré que esta vez me lo había creído. Realmente pensé que Abrams podría recrear la magia del blockbuster de los 80, y hacerlo más allá del homenaje, con ideas frescas, con un toque novedoso. Pero me equivoqué. Super 8 va poco más allá de ser una película entretenida, con una primera parte que promete de todo, para concluir con unos protagonistas disfrutando de un juguete de esos que se ponen en marcha y no permiten hacer otra cosa que mirar.
Aunque los primeros compases emitan miasmas spielbergianos sin parar, aunque los personajes sean una copia desdibujada de aquellos que nos siguen fascinando, la capacidad parece estar ahí, aunque debilitada: te ríes, te emocionas... aunque sospechas que solo sea por un contexto bien resuelto.
Cuando el enigma se despliega en toda su majestuosidad, cuando se despliega el drama oculto, nuestros protagonistas simplemente se dedican a la tediosa tarea de rescatar a la chica, mientras las cosas interesantes pasan cerca de pero nunca en, moviéndose en un escenario que sólo tiene importancia porque genera un trasfondo de peligro inminente.
Comenzar el camino de la adolescencia puede ser similar a ser un monstruo incomprendido, pero hacen falta dosis masivas de madurez para llevar a buen puerto un trabajo tan ambicioso. Muchos de los proyectos de Abrams comparten el problema. Pero es que él ya lo avisa: lo importante es el enigma, no la resolución, que queda oculta, como en Cloverfield, o vergonzosamente resuelta como en Lost o Alias.
Quizás porque a mí también me maravillan los misterios, pero me gusta que queden cerrados de forma satisfactoria, a Super 8 le faltan las motivaciones personales del villano y la implicación de sus protagonistas en la historia del misterio, más allá de hacer de detectives aficionados.